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La senectud influye en la presentación clínica y el tratamiento de la enfermedad psiquiátrica. Así, se encuentra que la depresión del anciano, frecuentemente, se acompaña de trastornos cognoscitivos y la esquizofrenia de síndromes persecutorios.
Asímismo, los cuadros clínicos tales como la parafrenia, el síndrome de Cotard, la llamada parasitosis delirante, el síndrome de Charles Bonnet y las alucinaciones musicales, son más comunes en la tercera edad.
La aparición de tales cuadros pareciera estar relacionada al envejecimiento cerebral y al aumento consiguiente de la patología cerebral de todo tipo.
Adicionalmente, el metabolismo lentificado del anciano también causa dificultades terapéuticas:
por ejemplo:
- Los neurolépticos con más frecuencia producen diskinesia tardía
- Los benzodiacepínicos, déficit cognoscitivo
- Los antidepresivos (aquellos con efecto antimuscarínico), disturbios del ritmo cardíaco y estados confusionales agudos.
En países con alto nivel económico, la expectativa de vida ha aumentado a más de 75 años; y el consecuente aumento de las personas en la tercera edad ha incrementado también la incidencia de enfermedades propias de la vejez, y en algunos países se habla ya de una “epidemia de demencia”.
El ser humano envejece debido tanto a desorganización celular de origen genético cuanto a la acción de noxas físicas y psicológicas.
En contraste con las sociedades de otrora, la moderna ha devenido incapaz de integrar al anciano en roles sociales útiles.
Esto causa en él sentimientos de aislamiento, inutilidad y desamparo, acrecentando el estrés psicológico.
La tercera edad no está exenta de ningún cuadro clínico-psiquiátrico, de novo o como herencia del pasado.
Entre los primeros se encuentran las patologías orgánicas y psicóticas.
Se observa en la tercera edad :
- Ansiedad generalizada
- Fobias
- Pánicos
- Trastornos obsesivos compulsivos
- La conversión histérica
- La hipocondría
Todos estos rasgos clínicos hacen de la psiquiatría del anciano una práctica sui géneris, y en muchos países avanzados ha llegado a constituir una especialidad aparte llamada psicogeriatría, geriatría psiquiátrica o psiquiatría de la tercera edad.
En realidad, lo que interesa no es el nombre sino que el psiquiatra especializado en esta área sea consciente de las diferencias clínicas que separan los cuadros clínicos de la tercera edad y que sepa organizar sistemas de prestación de servicios adecuados para este grupo.
Debido a la alta prevalencia de polipatología física en el anciano, es esencial que los psicogeriatras trabajen conjuntamente con geriatras y gerontólogos.
No es necesario enfatizar que los sujetos en la tercera edad tienen el mismo derecho a la vida que el resto de los humanos y que, además, son un reservorio importante de experiencia y conocimiento.
Por lo tanto, no merecen el nihilismo terapéutico que la profesión médica a veces ha mostrado frente a sus problemas.
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